Contrariamente a lo que normalmente se piensa, la ansiedad en sí misma no es “mala”, es un mecanismo inherente al ser humano que tiene la función adaptativa de activarnos o ponernos en alerta ante cualquier situación que nuestro cerebro considere como peligro o amenaza. Dicho de otra manera, la ansiedad hace que nuestro cuerpo se prepare para cualquiera de estas dos alternativas: atacar o escapar.
Pongamos un ejemplo para entendernos mejor: imagínate que vas caminando por la calle, estás tranquil@, escribiendo un whatsapp a tu mejor amigo y de repente escuchas el claxon de un coche que se aproxima velozmente a ti. El sonido del claxon activa “un resorte” que te hace saltar hacia atrás rápidamente para evitar que el coche te atropelle. Probablemente, las sensaciones que tienes en tu cuerpo son; el corazón latiendo muy fuerte, las piernas y los brazos te tiemblan, empiezas a sudar e incluso sentir que te mareas o se te nubla la vista. Todas estas sensaciones no son más que ansiedad. Y existe justamente para eso: para escapar de lo que podía haber sido en este caso, un accidente. Como puedes ver, la ansiedad adaptada a un momento o a una circunstancia en particular es necesaria para activarnos y asegurarnos la supervivencia.
Ya que ahora tenemos claro la manera en que nuestro cuerpo responde a la ansiedad, podemos entender que por más que estas sensaciones sean bastante desagradables, nunca es peligrosa. Es decir, los latidos fuertes de nuestro corazón, nuestras piernas y brazos temblando, la sudoración, el mareo u otras sensaciones, pasarán. Este estado será siempre limitado, lo que quiere decir que, después de un período de tiempo, terminará pasando y dejarás de experimentar todos esos síntomas.
Sin embargo, es cierto que también existen ocasiones en la que esta activación de nuestro cuerpo se manifiesta ante situaciones o circunstancias en la que no existe un peligro real. Es ahí cuando mi ansiedad se puede convertir en un problema. Por ejemplo, cuando siento bloqueo o dificultad para asistir a una reunión de trabajo, cuando no soy capaz de utilizar el transporte público, cuando estás muy agitado y no logras concentrarte para estudiar o trabajar, cuando constantemente estás anticipando que algo malo va a suceder o imaginando el peor de los escenarios posibles.
Algunas de las señales que te pueden ayudar a identificar que estás experimentando ansiedad, son:
- Dificultad para concentrarte o realizar tareas.
- Sensación de ahogo o falta de aire.
- Temblores en algunas partes del cuerpo.
- Sensación de bloqueo o dificultad de afrontamiento.
- Pensamientos constantes y preocupación sobre algún tema.
- Dificultad para dormir o conciliar el sueño.
- Tensión muscular.
- Corazón acelerado (taquicardia).
- Presión en el pecho.
¿Cómo sé si la ansiedad se está convirtiendo en un problema para mi?
- Si la ansiedad es frecuente en tu día a día.
- Cuando esta aparece ante distintas situaciones y circunstancias.
- Cuando te genera un gran malestar.
- Cuando afecta a las relaciones tanto interpersonales, sueño, alimentación, estudios como en el trabajo.
- Cuando sientes miedo de las propias sensaciones y síntomas que te produce.
- Cuando intentas constantemente evitarla.
Si te sientes identificado con algunas de las señales comentadas, recuerda que siempre puedes contactar con un profesional de la salud mental. En terapia psicológica, el cometido es identificar por qué se produce tu ansiedad, por qué sigues teniéndola en tu día a día y lo más importante, ofrecerte herramientas para mejorar y revertir este problema.